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martes, 24 de mayo de 2011

Actividades Extraescolares

Cuando no respondemos a los intereses de los niños, sino a las necesidades que los padres tenemos de mantenerlos ocupados, o evitar esos temores que tenemos de que pasen demasiadas horas en Internet, u otras razones nuestras, que hacen que organicemos su vida, es cuando será muy posible que los niños anden estresados. Si estas u otras razones nos llevan a escoger sus actividades extraescolares es muy probable que lo hagamos sin escucharlos y no respondiendo a sus intereses sino a los nuestros, horarios o frustraciones personales. Y como decimos es posible que así no sean felices y se estresen.

Los hijos deben elegir sus propias actividades extraescolares. A partir de los 6 o 7 años de edad conviene, en la medida de lo posible, que se tenga una serie de experiencias con distintas actividades, es decir, exponer al niño a distintas actividades sin tener necesariamente ninguna muy definida, y sin meterse de lleno en ninguna en concreto.

Por otro lado debemos escuchar al niño, ya que puede remitirnos diferentes tipos de problemas o impedimentos a la hora de realizar actividades, como hablarnos de dolor de tripas o de cabeza, decirnos que no quiere ir, vemos que no duerme bien, no quiere comer, etc.… Si el niño practica varias actividades extraescolares, estos pueden ser síntomas de estrés. Hay que escucharles y dejarles elegir. No siempre se puede, pero debemos procurar ir en esta dirección.

Tenemos que pensar que las actividades extraescolares que buscamos para nuestros hijos son siempre con un fin. Aparentemente puede ser una mayor preparación para la vida en general, sin embargo nuestro último objetivo de esa mayor y mejor formación es que sean felices. Porque, ¿para que queremos que tengan una buena cultura, destaquen, tengan un buen futuro o un buen puesto de trabajo? Es obvio y evidente que es porque creemos que así serán más felices, pero ¿estamos seguros de que así la van a alcanzar? En este sentido no siempre les estamos escuchando.

Hay tres aspectos o áreas fundamentales en la educación que son la intelectual, la deportiva -que no se práctica de manera suficiente en los colegios-, y la rama artística. A veces los padres pretendemos que haya una formación integral, en las tres áreas, y eso no siempre es posible.

Cuando el niño es pequeño, el desarrollo intelectual se está trabajando en el colegio, el área deportiva se recomienda empezar a realizarla a partir de los 6 años, y está bien que tomen contacto con alguna actividad artística, por ejemplo la pintura, o la práctica de algún instrumento musical. En cualquier caso hay que escucharles a ellos y no basarnos en las necesidades de los padres.

Si un niño ha de cubrir con  las actividades extraescolares las horas de trabajo que los padres tienen -en muchos casos-, sin duda alguna, el niño estará estresado, porque le tenemos desde las 16:00 de la tarde hasta las 21:00 de la noche haciendo actividades todos los días, y eso, evidentemente es demasiado, sobretodo si pensamos que a esto hay que añadirle el resto de la escolarización.

El problema, el peligro, radica en que si tomamos este tipo de modelos, en que han de hacerlo todo y a fondo, es decir han de aprender idiomas, hacer deporte, arte, etc., -que yo respeto y me parece maravilloso y es estupendo que nuestros hijos tengan la máxima formación-, pero si estos valores los exponemos así, tratando de que nuestros hijos tengan esa máxima formación, que permita que compitan al máximo nivel y alcancen las cotas más altas, creo que ahí corremos un gran riesgo de despistarnos del objetivo último, que como hemos dicho es su felicidad.

Algo que me parece esencial en todo esto, y es que todas las actividades que les buscamos, las queremos para que nuestros hijos sean felices, para su felicidad. Pues bien, lo primero que hay que entender es que la felicidad de un niño, como la de un adulto, es una sensación interna que tenemos, que sentimos y que es provocada por lo que hacemos y pensamos. Entonces, para que un niño pueda atreverse, intentar, ensayar, pensar correctamente y hacer cosas, lo primero que hace falta es que tenga un buen autoconcepto, una buena idea de sí mismo, tiene que confiar, creer en sí mismo, y para ello, es preciso que en las primeras etapas, los 5, 6 o 7 primeros  años de vida, estén muy cerca de los padres, y que los padres sepan, con esa interacción hacer sentir bien al niño.

Hasta esas edades, 5, 6 o 7 años no solo es exagerado, sino negativo que estén tanto tiempo ocupados, porque lo que les hace falta, lo que es primordial, es esa relación estrecha, intensa con los padres. El que un niño crezca sintiendo desde pequeñito que responde a lo que sus padres esperan de él y para eso tiene que haber una interrelación padres-hijos, eso, es básico, eso es fundamental.

Los padres hemos de mostrarles nuestra admiración, afecto incondicional, presencia en sus vidas. Hay que estar, hay que pasar tiempo con ellos. Se pueden realizar actividades de otro tipo, actividades en las que los padres puedan participar y enseñarles, sobre todo cuando son pequeños. Hasta los 7 u 8 años es básica está relación estrecha entre padres e hijos. Posteriormente, 11, 12 años pueden especializarse, pueden empezar a competir a un mayor nivel y luego con 13, 14, los papás les hacemos relativamente poca falta, y de ahí en adelante cada vez menos. Pero en las primeras etapas es exagerado que un niño hasta las 20:00 de la tarde esté ocupado desde las 08:00 de lunes a viernes.

Nos quejamos de que son competitivos, sin darnos cuenta de que son un reflejo de lo que socialmente estamos viviendo y haciendo, enseñándoles y trasmitiéndoles. Desde luego, como muchas veces nos comentan los padres, no tenemos los hijos con un manual sobre cómo educar. De ahí la enorme importancia que tiene el que los padres nos formemos sobre educación. Aconsejaría a todos los padres y madres que se animasen a asistir a las Escuelas para Madres y Padres que cada vez más proliferan en nuestra sociedad.

Dependiendo de las edades, esas actividades extraescolares, tienen que formar parte del juego, tienen que ser planteadas como un juego y desde luego, actividades como las artes marciales, son buenas, llevan la disciplina, les relaja, les enseña valores humanos importantes, la obediencia, etc., me parece estupendo, pero para nada sustitutivas de la estrecha relación padres hijos que ha de haber especialmente en las primeras etapas del desarrollo.

Miguel Ángel Ruiz González