De una forma simplificada, podríamos decir que en terapia cognitiva partimos del principio de que muchos de los desequilibrios emocionales, son generados por la forma particular y anómala de interpretar o representarse internamente las circunstancias o hechos que acontecen en la vida de la persona. De ahí las grandes diferencias en los estados emocionales y también a la hora de responder, que se darían entre unos seres humanos y otros, ante las mismas situaciones. Por ejemplo, a la hora de afrontar dos personas, una misma situación, una sufriría muchísimo y la otra levemente o incluso podría generar una emoción positiva. Esta forma particular de representación interna, pensamiento o lenguaje interno, sería la clave para comprender la diferencia entre una y otra, y obedecería a unos patrones o esquemas cognitivos adquiridos y aprendidos a lo largo de la educación y experiencia de la persona.
Por tanto, bastaría recoger por escrito el pensamiento que fluye durante un estado emocional negativo, como puede ser la ira o la tristeza, para poder analizar y observar el tipo de error de pensamiento o forma concreta de valorar o pensar acerca de una determinada situación que tiene la persona, y así ayudarle a modificar el esquema cognitivo y racionalizar de manera más adecuada y no potenciadora de la emoción negativa. La realización de estos registros y el posterior análisis con el terapeuta llevaría al paciente a ir aprendiendo y conociendo cómo piensa y cómo genera sus emociones y sufrimientos, lo que poco a poco iría provocando el que llegase el momento en que se adelantase a su propio proceso mental negativo, siendo consciente de cómo iba a valorar una determinada situación y por tanto a generar una emoción negativa, lo que le permitiría racionalizar a tiempo y/o aplicar recursos que modificasen el proceso que de otro modo iba a acabar produciendo la emoción no deseada y el sufrimiento consecuente.
Pues bien, este tipo de tratamiento muy eficaz y que llevo aplicando con éxito durante bastantes años y que como digo se llama terapia cognitiva, se ve notablemente mejorado y acelerado cuando el paciente comprende e introduce en la racionalización lo que he dado en llamar “el puente”.
Dicho concepto consistiría en unir el tipo de pensamiento negativo identificado, con su origen, es decir además de ser consciente del tipo de error cognitivo en el que se está incurriendo, trataría de establecer el por qué se produce, dónde se gestó, cuál es su origen.
Estos estilos educativos junto a otras circunstancias pueden haber propiciado la forja de un individuo con baja autoestima, inseguro , tímido, retraído, y otros calificativos, pero hemos de considerar, que dichos adjetivos se van a manifestar en sus conductas y el pensamiento es una conducta. Y así debe la persona entenderlo, es decir que su sufrimiento procede de su pensamiento, y éste es una conducta concreta aprendida, porque también aprendemos a pensar, y que por consiguiente podemos corregir y para ello , como digo ayuda mucho que el paciente establezca “el puente” y pueda además de racionalizar, poder decir por ejemplo “esta forma de pensar la he aprendido porque al creer que no satisfacía a mis padres o haber aprendido a creer que era más inútil que los demás, ahora soy víctima de esas creencias que me generan este sufrimiento”. Eso sería establecer “el puente” al que quiero referirme y que como digo ayuda al paciente a resolver sus conflictos de una manera más rápida y global, al no quedarse únicamente en la determinación de los pensamientos negativos, su análisis, sustitución y racionalización, sino también en la comprensión del por qué los tiene, de su origen y ello haciéndolo consciente en el momento en que está en la situación específica en la que está sufriendo.
Todo esto ayudará a la modificación del estilo de pensamiento y por tanto a la no aparición de emociones negativas, permitiendo así una mejor adaptación a la situación concreta y a la vida en general.
Miguel Ángel Ruiz González
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