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miércoles, 9 de marzo de 2011

Tabaco, Personalidad y Estrés

En el 30 Congreso Internacional de Psicología Aplicada, me llevé una notoria sorpresa ante la ponencia del Dr. Eysenck, personalidad de reconocido prestigio en la Psicología, ya que tras diez años de investigación, habían llegado a la conclusión de que en las cardiopatías isquémicas (CI) y en el cáncer de pulmón, parecen existir factores de riesgo de mayor influencia que el tabaco.

Parece ser que en el desarrollo de estas enfermedades interactúan, muy complejamente , múltiples factores de riesgo, entre los que el fumar es sólo uno y no el más importante. De cada diez grandes fumadores, sólo uno morirá de cáncer de pulmón.

Fumar tiene ciertos efectos positivos que justifican su popularidad, entre ellos -sólidamente demostrados (O'Connor & Stravynski, 1982)- están la capacidad de elevar el nivel de excitación cortical, relajar a personas ansiosas y tensas e incrementar el estado de atención y alerta, ventajas que habrá que comparar con las desventajas. Por otra parte, parece ser que las personas que conservan este hábito por los efectos positivos que tiene sobre su bienestar psicológico, pueden dejarlo si se substituye por conductas alternativas que satisfagan las mismas necesidades.

Volviendo al tabaco como factor de riesgo en comparación con los factores de riesgo psicosociales y de otras clases (Grossarth-Maticek, Eysenck & Vetter, 1988), parece ser que la personalidad y el estrés, son seis veces más importantes que el tabaco dentro de la correlación estadística existente entre la enfermedad y los factores de riesgo. Esto no quiere decir que fumar sea inocuo, ni mucho menos, pero su influencia la sitúa en una perspectiva más adecuada con respecto al cáncer y la CI. Es decir de todos los factores de riesgo analizados para relacionarlos con el fallecimiento por cáncer y CI, es el estrés y la reacción del individuo al estrés el que muestra una mayor correlación. Afirma el Dr. Eysenck que en sus trabajos han descubierto siempre que el fumar no se haya demasiado correlacionado con estas enfermedades en aquellos grupos donde no existe estrés o donde una personalidad sana lo contrarresta o lo afronta con éxito. En cambio en las poblaciones donde es endémico y la conducta para afrontarlo inadecuada, sí aparecen correlaciones positivas.

Los datos existentes en la actualidad parecen indicar con fuerza, que la aplicación de los métodos de la terapia conductual a las personas que padecen estrés y que emplean mecanismos inadecuados  para hacerle frente pueden evitar el cáncer y la CI, si los comparamos con los grupos que no reciben este tipo de ayuda. Parece lógico pensar que el principal intermediario en el caso del cáncer es el sistema inmunológico y los datos nos dicen que la terapia conductual mejora su eficacia, mientras que el estrés  posee el efecto contrario (Eysenck, 1986; Rodin, 1984, 1986).

Resumiendo podemos decir que la influencia del estrés y de la reacción del individuo a éste, son factores de mayor influjo en el desarrollo de estas enfermedades, y que la intervención psicológica no va a suprimir un factor de riesgo aditivo sino multiplicativo, por ello constituye un factor poderoso para la prevención del cáncer y de la CI, e incluso para la prolongación de vida en pacientes de cáncer terminal.

Y es que resulta curioso que las teorías referentes a los factores psicosociales como decisivamente influyentes en el desarrollo de las enfermedades, tienen una historia de 2.000 años, sin embargo el colectivo médico -en general- no ha dado demasiada importancia al estrés y a la personalidad  en la etiología de las enfermedades. Como dice Eysenck el estrés constituye un verdadero asesino.

De todos modos, concluiremos diciendo que dejar de fumar es necesario pues se trata de un hábito, de una drogodependencia sin ninguna duda, perjudicial para la salud.

Miguel Ángel Ruiz González