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jueves, 15 de diciembre de 2011

El Lienzo de la Vida


Psicólogos Bilbao

Me gustaría comenzar esta reflexión haciendo mención a Viktor Frankl, ya que él, como creador de la Logoterapia, quiso trasmitirnos que su proceso psicoterapéutico consistiría en enfrentar al paciente con el sentido de su propia vida y posteriormente confrontar su conducta con ese sentido de la vida. En definitiva, sería encontrar un sentido a la propia vida y desarrollar la conducta que nos lleve en esa dirección.

Sin embargo, hay muchas y muy diferentes personas, las hay con grandes y con pequeños desarrollos intelectuales, con muchas a la vez que muy enriquecedoras experiencias y con muy pocas, muy inteligentes y lo contrario, las que buscan un sentido a la vida y las que no, y también todas las que estarían en puntos intermedios. Lo que si parecen buscar muchas, es ser felices, unas de unas maneras y otras de otras, pero todas afanadas en intentar disfrutar y ser felices, siendo ese su principal sentido para la vida, salvo las que están, simplemente, entregadas a conseguir no sufrir, por tanto parece que no todas estarían a la búsqueda de un sentido de la vida, pues algunas tendrían bastante con encontrar alimento o un lugar para dormir, a no ser que, desgraciadamente, ese fuera su sentido en la vida, sobrevivir. Cuando nuestra vida pierde sentido, deja de ser valorada y es una de las formas de entrar en depresión.

El lienzo de la vida sería la vida que cada uno de nosotros ha de realizar, quiero hacer la comparación de la vida a vivir, con un lienzo a pintar. Me parece adecuada la comparación porque podemos ver vidas que han sido largas y muy prolíficas, llenas de sentido, serían lienzos grandes con muchas pinceladas y de gran calidad. Nuestra vida sería un cuadro que pintamos y en el que solo podemos dar una pincelada cada vez, una en cada instante, una pincelada con más o menos acierto, destreza o maestría.

Al igual que en otras empresas de la vida, si nos adelantamos a pensar en el enorme camino a recorrer, probablemente no comenzaríamos la andadura. Me gusta mucho el dicho chino que dice “la caminata más larga comienza con un primer paso”, tratando de hacernos entender que solo podemos dar un paso cada vez y que no es bueno que nos salgamos del instante presente, pensando en lo largo de la andadura, simplemente un paso, una pincelada cada vez.

No hay otro tiempo para vivir que el instante presente, de hecho nunca hemos vivido otra cosa más que eso, un instante presente. El pasado no existe, ni el futuro  tampoco, sin embargo, muchas veces estropeamos este instante presente con culpabilidades del pasado o con preocupaciones por el futuro, sin darnos cuenta de que la mejor manera de que cuando ese futuro sea presente, y para que sea el mejor posible, es dando la máxima calidad al instante presente que vivo de forma continua, de ese modo llegarán otros instantes presentes, es decir crearé un buen futuro, que no será otra cosa que el resultado de ese pasado que ya viví como un presente continuo.

Me gusta explicar a mis clientes que la felicidad es un sentimiento que nace de nuestro interior, no es algo que nos venga de fuera, es algo que sentimos y que es la consecuencia de nuestros actos y pensamientos. Entiendo que hay personas que dirán que son felices, por ejemplo, cuando se sienten amadas y eso vendría de fuera, pero yo les diría que lo que viene de fuera es el amor que el otro me da, sin embargo mi felicidad vendría de mi pensamiento valorando ese amor, o de mi conducta de agradecimiento, es por ello, por lo que en última instancia somos los responsables de nuestra felicidad, pues también podría pensar por ejemplo en qué estará buscando esta persona, o que tiene un interés de algo, o lo que sea, y ya no estaré feliz ante el mismo hecho. Por cierto, está muy bien que sea así, ya que de otro modo la felicidad de cada uno estaría en manos de otros y eso nos imposibilitaría ser felices a menos que los otros quisieran, lo cual sería absurdo.

Por tanto, si podemos afirmar que la felicidad es un sentimiento que nace de nuestro interior y lo hace como consecuencia de nuestros pensamientos y acciones y comprendemos que solamente podemos ser felices en el instante presente que vivimos, la felicidad empieza a dejar de ser algo difícil de alcanzar y comienza a ser el resultado de una pincelada en cada instante.

Habremos de empezar a reflexionar sobre qué pensamientos y actos nos hacen ser o sentir felices. Parece que hay unanimidad respecto a alguna acción o conducta, que hace felices a las personas y es el amar. Pero ¿qué es amar?, ¿qué es el amor? Hay multitud de definiciones sobre ello, aunque hay una que he leído recientemente, de Jorge Bucay y que me parece especialmente hermosa y dice: “Para mí, el amor es la decisión sincera de crear para la persona amada un espacio de libertad tan amplio, tan amplio, tan amplio, como para que ella pueda elegir hacer con su vida, con sus sentimientos y con su cuerpo lo que desee, aún cuando su decisión no me guste, aún cuando su elección no me incluya”.

En esta definición, está claro que el acto de amar es independiente de la conducta del otro, es decir amo sin condición, sin embargo añadiría algo más que el espacio de libertad creado para la persona amada, y serían las pinceladas a las que hago referencia arriba para componer el lienzo de la vida, que para mí serían el interés por la otra persona, la muestra de afecto, la ayuda, la admiración, el respeto, la comprensión, la entrega, el perdón , la tolerancia, la compañía, etc., etc.

Psicólogos Bilbao

Los psicólogos nos encontramos en nuestro trabajo permanentemente, las razones por las cuales las personas sufren o tienen conductas y pensamientos negativos que no solo perjudican a los demás, sino especialmente a ellos mismos. Siempre hay unas razones por las cuales las personas se encuentran en el momento histórico en el que se encuentran, por ejemplo es ciertamente más fácil, o se tendrán más probabilidades de ser feliz, si uno ha sido amado, tratado, educado mejor, que si uno ha carecido de esas condiciones. Comprender eso ayuda a amar, a ser más comprensivo, empático y por tanto a ser más feliz.

Es curioso que en esta sociedad las personas más necesitadas de amor sean las menos amadas y al contrario, las menos necesitadas de él, suelen ser las más amadas. Generalmente una persona excelente, quiero decir muy desarrollada, madura, equilibrada, con gran capacidad de amar, que ostenta un buen control de su conducta, que ha encontrado el sentido de su vida y que sabe ser feliz como consecuencia de sus actos y pensamientos, es muy probable que sea muy amada, pero no lo necesite, lo que no significará que no le agrade, pero no lo necesita. Por otro lado la persona cargada de resentimiento, mal educada, vengativa, con conductas y pensamientos muy negativos, será difícil que pueda ser amada, es más, es muy probable que se dé para ella todo el reproche social e incluso la hagamos víctima de nuestros odios y la metamos en la cárcel, pero ¿así la ayudamos? Se dice que el amor todo lo cura, sin embargo hemos de curar al enfermo, no al sano y si nos fijamos hacemos al revés: curamos=amamos al sano y dejamos de lado, encerramos, marginamos al enfermo.

Por todo ello para seguir pintando nuestro propio lienzo hemos de descubrir qué pinceladas, de qué color y forma son las más adecuadas para conseguir la figura, fruta o nube que deseamos pintar, es decir cuáles son nuestras conductas, cuáles son nuestros pensamientos que mejor propician el sentido que quiero dar a mi vida y se traducen en un estado de equilibrio, paz, bienestar y felicidad.

Resumiendo, imaginemos que el sentido que uno quiere dar a su vida es el de ser feliz, habrá de descubrir qué le hace feliz y desarrollar aquellas conductas y pensamientos que le lleven a ello, habrá de entender que en ocasiones, para la consecución de un objetivo harán falta muchas pinceladas. Pongamos un ejemplo, uno descubre que es feliz sanando, ayudando a la gente en su salud, es lógico que se trace el objetivo de ser médico, sabe que eso requiere de varios años, dedicación y esfuerzo, pues bien será conveniente que cada pincelada, cada minuto de estudio, de prácticas, sea llevado a cabo con la actitud y el pensamiento más positivo que facilite el conocimiento y a la vez la satisfacción, sin relegar el ser feliz a la consecución del logro, que será terminar la carrera y poder ejercer como médico.

Muchas veces y lo vemos frecuentemente en consulta, algunas personas, sin darse cuenta, ellas solas se quitan las posibilidades de ser felices, pues comentan cosas como “seré feliz cuando termine la carrera”, o “cuando me independice”, o “cuando consiga determinado objetivo profesional”, o cualquier otra cosa, sin darse cuenta que de algún modo están diciéndose que no serán felices hasta conseguir determinado objetivo, ellas solas se quitan la posibilidad de ser felices, cuando hay que serlo aquí y ahora. No se debe concebir la felicidad como un objetivo a conseguir, sino como una forma de vivir la vida, centrándose en el ahora y en la mejor actitud explícita y de pensamiento que me hace sentirme lo mejor posible. Solemos creer que son las circunstancias las que nos hacen felices o infelices pero no es así, en consulta podemos apreciar esto al ver por ejemplo, personas a las que se les ha muerto el perro y están muy deprimidas y vemos a otras que llevan mucho mejor muertes de seres más importantes y más amados que para la persona del ejemplo el perro, y es que, como dijo Epicteto, no son las cosas lo que trastorna a las personas, sino sus puntos de vista, sus opiniones o interpretaciones de las cosas, por ello será importante tomar conciencia de nuestro estilo de pensamiento.

Nuestros puntos de vista, opiniones o interpretaciones de las circunstancias que nos envuelven, producen distintos estados emocionales en función de los cuales actuamos, damos o no, unas pinceladas u otras y dependiendo de éstas, de la calidad y cantidad de ellas, saldrá un cuadro hermoso o no. A medida que vamos dando más y más pinceladas, vamos desarrollando más maestría y conocemos mejor qué tipo de pincelada es más conveniente en cada momento.



Miguel Ángel Ruiz González


martes, 22 de noviembre de 2011

Sobre lo Heredado y lo Aprendido

Es esta cuestión un tema muy controvertido en psicología, es frecuente que surjan debates y diferencias de opinión cuando se trata de determinar qué conductas, o qué trastornos psicológicos heredamos y cuáles de alguna forma son adquiridos, aprendidos. El que esto escribe está convencido de que, en una gran medida, mucho es lo aprendido, ya que se observa en el ejercicio como psicólogo clínico que detrás de casi todos los trastornos mentales, en un porcentaje altísimo, se encuentran datos muy relevantes en este sentido, a menudo la historia del individuo llega a explicar el por qué de los problemas psicológicos actuales que presenta el paciente.

Suele ser como un puzzle que se va componiendo poco a poco a medida que se va conociendo a la persona y su historia personal, y que al final, en muchos casos, explica la problemática actual que abruma a la persona.

Pero pongamos algunos ejemplos clarificadores en este sentido. Vemos personas que presentan o que padecen fuertes sentimientos de inseguridad o miedos irracionales, suelen tener una historia en la que la educación ha sido llevada desde la transmisión de peligros, miedos, por un determinado estilo educativo del tipo “cuidado con esto, con lo otro”, “qué dirá la gente”, o también de una manera sobre protectora que impide que el educando, el niño, realice actos que a la postre son los que dan la confianza  y el éxito, como por ejemplo “tú no estás preparado para esto o aquello”, “mejor que no vayas, mira que si te pasa algo...”, por otro lado la sobreprotección transmite indirectamente la idea a la persona, al niño, de que por sí mismo, no puede realizarlos, que no tiene la capacidad, además es algo que está comunicando, generalmente el padre o la madre, personajes estos muy valorados y considerados por el menor, en ellos se confía, su opinión “va a misa”, así resulta que el niño no ensaya la conducta y por consiguiente no obtiene el éxito y no se produce el aprendizaje, otros niños sí lo harán y a este menor se le reforzará la idea de que él no es capaz de hacer esto o aquello y su inseguridad se irá desarrollando. En la medida en que esto ocurra, ensayará menos conductas, obtendrá menos éxitos, tomará mayor conciencia de su inferioridad y será cada vez más inseguro.

Lo que nos da la confianza, la seguridad de que somos capaces de hacer algo, o de que dominamos cualquier actividad,  es la realización exitosa y si no hay ensayo, intento, afrontamiento, no surge la confianza en uno mismo.

En otras ocasiones, la inseguridad, la fobia o miedo irracional proviene de experimentar una circunstancia vital angustiante, por ejemplo una madre enferma, muriéndose durante largo tiempo, lleva al niño a vivir en una continua incertidumbre respecto al futuro y por lo tanto a temerlo y con miedo, de este modo nuestro actos se ven condicionados hacia la no realización o realización torpe, de lo que se va a desprender el no aprendizaje o el convencimiento de incapacidad y por lo tanto inseguridad.

Así es que hemos de considerar que frases del tipo “nació miedoso” han de ser puestas en tela de juicio, ya que si en vez de ello decimos que aprendió a ser miedoso, se nos abre la expectativa positiva de que podría aprender a ser más seguro, menos miedoso. Lo que somos es bastante difícil de cambiar, pero lo que hemos aprendido es susceptible de modificarse.

Heredamos potencialidades que en función de las circunstancias se desarrollarán o no. Esto ocurre hasta con cosas que consideramos totalmente heredadas, como por ejemplo la estatura, así, por ejemplo, una persona que mide 1,75 habría heredado la potencialidad de medir entre 1,70 y 1,80 y dependiendo de la alimentación, ejercicio y otras condiciones llegará a una determinada altura.

La conducta no se hereda se aprende. Imaginemos una situación de peligro en la que podemos ser agredidos por un perro, habremos heredado la natural tendencia a activarnos fisiológicamente, como son el aumento de los latidos cardíacos, pilo erección, sudoración, dilatación pupilar, etc. que nos permitirán responder con mayor eficacia ante el peligro, pero la conducta que se produzca va a ser muy diferente en función de que a uno de niño le mordiera un perro y por tanto les tenga miedo, a la que tendrá un adiestrador de perros, y estas experiencias condicionarán incluso, la intensidad de la activación fisiológica que presente el individuo.

Por tanto podemos concluir afirmando que las experiencias y el aprendizaje tienen un enorme peso en las diferencias y facultades que observamos entre los individuos, de hecho hemos oído en muchas ocasiones a personas que consideramos genios, que explicaban que las razones de sus éxitos o logros derivaban del trabajo, y esto, el trabajo, es realización, experiencia y no genética. De hecho a lo largo de la vida todos hemos observado que personas con dotaciones genéticas inferiores han alcanzado mayores éxitos que otros más dotados y la diferencia ha sido el esfuerzo, la realización, la motivación, la autoconfianza, todas ellas cuestiones aprendidas, adquiridas en una buena educación y otras circunstancias favorables.

Miguel Ángel Ruiz González


jueves, 20 de octubre de 2011

¿Está en crisis el modelo familiar tradicional?

Los datos dicen que cada vez se celebran menos matrimonios en Euskadi, somos más individualistas. Por si esto fuese poco, los días después de las vacaciones de verano suelen ser los que propician un mayor número de separaciones y divorcios. Se abordaron estas realidades en Radio Euskadi con el sociólogo de la UPV/EHU Auxkin Galarraga y con el psicólogo Miguel Ángel Ruiz González (a partir del minuto 12). Nos habla entre otras cosas de algunos errores habituales que solemos cometer en pareja a la hora de comprender el amor. ¿Mi pareja está ahí para satisfacerme a mi y viceversa? O por el contrario, ¿ mi pareja está para que yo disfrute de amarle sin esperar recibir nada a cambio y viceversa?


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jueves, 15 de septiembre de 2011

El Puente

De una forma simplificada, podríamos decir que en terapia cognitiva partimos del principio de que muchos de los desequilibrios emocionales, son generados por la forma particular y anómala de interpretar o representarse internamente las circunstancias o hechos que acontecen en la vida de la persona. De ahí las grandes diferencias en los estados emocionales y también a la hora de responder, que se darían entre unos seres humanos y otros, ante las mismas situaciones. Por ejemplo, a la hora de afrontar dos personas, una misma situación, una sufriría muchísimo y la otra levemente o incluso podría generar una emoción positiva. Esta forma particular de representación interna, pensamiento o lenguaje interno, sería la clave para comprender la diferencia entre una y otra, y obedecería a unos patrones o esquemas cognitivos adquiridos y aprendidos a lo largo de la educación y experiencia de la persona.

Por tanto, bastaría recoger por escrito el pensamiento que fluye durante un estado emocional negativo, como puede ser la ira o la tristeza, para poder analizar y observar el tipo de error de pensamiento o forma concreta de valorar o pensar acerca de una determinada situación que tiene la persona, y así ayudarle a modificar el esquema cognitivo y racionalizar de manera más adecuada y no potenciadora de la emoción negativa.  La realización de estos registros y el posterior análisis con el terapeuta llevaría al paciente a ir aprendiendo y conociendo cómo piensa y cómo genera sus emociones y sufrimientos, lo que poco a poco iría provocando el que llegase el momento en que se adelantase a su propio proceso mental negativo, siendo consciente de cómo iba a valorar una determinada situación y por tanto a generar una emoción negativa, lo que le permitiría racionalizar a tiempo y/o aplicar recursos que modificasen el proceso que de otro modo iba a acabar produciendo la emoción no deseada y el sufrimiento consecuente.

Pues bien, este tipo de tratamiento muy eficaz y que llevo aplicando con éxito durante bastantes años y que como digo se llama terapia cognitiva, se ve notablemente mejorado y acelerado cuando el paciente comprende e introduce en la racionalización lo que he dado en llamar “el puente”.

Dicho concepto consistiría en unir el tipo de pensamiento negativo identificado, con su origen, es decir además de ser consciente del tipo de error cognitivo en el que se está incurriendo, trataría de establecer el por qué se produce, dónde se gestó, cuál es su origen.

Veamos un ejemplo.  Imaginemos un paciente que sufre en situaciones relativamente normales, como puede ser en cualquier interacción social, está con unos compañeros de trabajo y se encuentra sumamente nervioso. En esta situación y ante el nerviosismo que experimenta se le ha aconsejado que realice terapia cognitiva, habría de retirarse brevemente sacar su libreta y ponerse a escribir siguiendo un patrón concreto, que no vamos a explicar aquí, pero en el que la parte fundamental sería expresar por escrito los pensamientos que explicarían el nerviosismo que experimenta, esos pensamientos podrían ser del tipo “seguro que están pensando que yo no hablo”, “que soy muy raro”, “no van a querer estar conmigo”, “estarán pensando que estoy loco”, etc. Pues bien a parte de la racionalización que habría que hacer a estos pensamientos, además de otros recursos y por supuesto compartir más tarde todo ello con el terapeuta, ayuda mucho al paciente conocer el origen de ese estilo de pensamiento y traerlo a la mente lo antes posible. Es decir, es muy probable que en el proceso terapéutico, en las sesiones mantenidas con el psicólogo, hayamos descubierto las razones de ese estilo cognitivo, que bien podrían derivar, por ejemplo, de las maneras educativas de unos padres descalificadores, negativos, sobreprotectores o culpabilizadores, que con la mejor de las intenciones, pretendiendo motivar a su hijo, con el fin de que reaccione y aprenda, le decían cosas como “así nunca llegarás a nada”, “tú sigue así y ya verás...”, quita, quita, ya te lo hago yo que tú eres un inútil”, etc., etc.

Estos estilos educativos junto a otras circunstancias pueden haber propiciado la forja de un individuo con baja autoestima, inseguro , tímido, retraído,  y otros calificativos, pero hemos de considerar, que dichos adjetivos se van a manifestar en sus conductas y el pensamiento es una conducta. Y así debe la persona entenderlo, es decir que su sufrimiento procede de su pensamiento, y éste es una conducta concreta aprendida, porque también aprendemos a pensar, y que por consiguiente podemos corregir y para ello , como digo ayuda mucho que el paciente establezca “el puente” y pueda además de racionalizar, poder decir por ejemplo “esta forma de pensar la he aprendido porque al creer  que no satisfacía a mis padres o haber aprendido a creer que era más inútil que los demás, ahora soy víctima de esas creencias que me generan este sufrimiento”. Eso sería establecer “el puente” al que quiero referirme y que como digo ayuda al paciente a resolver sus conflictos de una manera más rápida y global, al no quedarse únicamente en la determinación de los pensamientos negativos, su análisis, sustitución y racionalización, sino también en la comprensión del por qué los tiene, de su origen y ello haciéndolo consciente en el momento en que está en la situación específica en la que está sufriendo.

Todo esto ayudará a la modificación del estilo de pensamiento y  por tanto a la no aparición de emociones negativas, permitiendo así una mejor adaptación a la situación concreta y a la vida en general.



Miguel Ángel Ruiz González

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martes, 16 de agosto de 2011

Maltrato Infantil

Miguel Ángel Ruiz González fue entrevistado en EITB el pasado 20 de junio sobre el Maltrato Infantil.

Click AQUÍ para ver entrevista
“Es muy difícil concluir donde esta la línea que determina cuando comienza un maltrato. Para definirlo, diríamos que sucede cuando hay un daño físico y/o psicológico, o existe un claro riesgo de que en un futuro, el niño, va a padecer unas consecuencias negativas de ese maltrato”.

Tras esta reflexión, nos planteamos si un cachete es o no maltrato. Miguel Ángel comenta lo siguiente:

Un cachete dado puntualmente una vez en la vida, evidentemente no va a traumatizar a nadie. Es un hecho negativo, el niño lo va a sufrir, va a llorar, pero no va a marcarle definitivamente.

Pegar un cachete a nuestros hijos parece ser una conducta aceptada socialmente. Y aquí comienza el problema. Pensar que el cachete es una conducta productiva para la educación de nuestros hijos, indica una falta de mejores recursos por parte de los padres. Si lo aceptamos y lo institucionalizamos, lo estamos estableciendo como norma, y en la norma, en la realización continua del cachete como forma educativa, estaremos haciendo un maltrato. El peligro está en que las personas que, por ejemplo, 3 o 4 veces por semana ponen en práctica esta acción, pensarán que están actuando de forma correcta al agredir a sus hijos.

Cuando aplicamos el castigo de una forma puntual, advirtiendo previamente al niño lo que va a acontecer, y aplicamos este castigo sin descargas emocionales, sin agresividad y estando el niño previamente advertido, no estaríamos haciendo ningún maltrato. Sin embargo, esta forma de aplicar el castigo, se utiliza muy de vez en cuando o muy rara vez. Lo que nos encontramos es un adulto que da un cachete, y al día siguiente no, porque está de buen humor, creando un estado de confusión en el niño. O por ejemplo, si un adulto se muestra tremendamente agresivo, arrea un bofetón, grita e insulta al niño, es probable que esta conducta este produciéndose a menudo, y si esto es así, y el niño es continua y frecuentemente víctima de ese maltrato, no va a poder tener un buen concepto de si mismo, puesto que es su padre el que le maltrata. Y a partir de ahí, en esa mala imagen es donde va a sobrevenir toda una patología, toda una problemática.

Quisiera creer que en la medida en que hay mayor formación y mayor conocimiento en la sociedad, así como hemos mejorado en alimentación, salud, higiene, etc… también lo vayamos haciendo en educación y vayamos entendiendo esto. Lo que si está claro es que las familias desestructuradas, personas drogadictas, delincuentes, o personas que tienen una patología mental de cualquier índole, no van a educar con la misma normalidad que puede hacerlo una persona sana.

¿Cuantas veces, gente que nos rodea, compañeros, personas con las que nos relacionamos, nos sacan de nuestras casillas? Sin embargo, no entendemos que debamos agredirles. ¿De donde sacamos que tenemos ese poder para dar un cachete al niño?

Para que un niño sea sano, tiene que quererse a si mismo, y el trato que le dispensan los padres es fundamental para que se forje una imagen sana de si mismo, que le permita relacionarse con el mundo de una forma relajada y positiva.

Miguel Ángel Ruiz González

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jueves, 7 de julio de 2011

Miguel_A._Ruiz_Gonzalez - Curas y Psicólogos

martes, 21 de junio de 2011

Las Raices de la Violencia

Las Raices de la Violencia
Nuestras creencias y nuestras maneras de procesar la información que recibimos a través de nuestros sentidos, es decir, nuestra forma de interpretar el mundo que nos rodea y las creencias que hemos adquirido y forjado en base a la educación, experiencias, etc., son las que van a determinar nuestros sentimientos y comportamientos.

En un principio, a lo largo de cientos de miles de años, la percepción de un ruido, la interpretación de peligro y la reacción primaria, instintiva, impulsiva e inmediata ha sido sumamente necesaria para sobrevivir. Imaginemos este tipo de reacción ante cualquier ruido en la noche, es decir, se produce un ruido, se interpreta como peligro, el homínido se activa, se sobresalta y reacciona cogiendo un arma y defendiéndose o poniéndose a salvo huyendo. Con que solamente una de cien veces fuera real la presencia de un predador peligroso y con dicha reacción salvara la vida, sería suficiente para justificar esta reacción impulsiva.

Es por todo ello, por lo que la consecución de situación (por ejemplo un ruido), interpretación de peligro y por tanto la reacción, es algo muy gravado en nuestro psiquismo que se activaba de forma coherente ante potenciales peligros y que justificaría su permanencia, el simple hecho de estar acertado de vez en cuando, aunque fuera una de mil veces, salvar la vida lo justificaría. El precio es que eso ha quedado fuertemente gravado en nosotros y en el mundo actual en que vivimos, al menos en gran parte de occidente, no hace falta en general, pero la herencia genética nos dota de la posibilidad de reaccionar así.

Si afinamos un poco más y nos centramos en el significado que damos a nuestras interacciones, y cómo este significado, en muchas ocasiones del hombre primitivo era en términos de peligro, pues o peligraba la prole, o la comida, o simplemente el poder, nos encontramos en que llegaba a automatizarse en gran medida la respuesta hostil, impulsiva como algo necesario para la supervivencia. Por otra parte, sin miedo no hay reacción y sin ira y hostilidad se hacen muy difíciles el ataque o la defensa. Es por ello que podemos decir que en el nacimiento de la ira y la hostilidad, está el significado que damos a nuestras interacciones, aunque pudieron en nuestra prehistoria ser estrategias útiles, hoy, en muchas ocasiones, nos perjudican más que lo que nos benefician. En aquel entonces podía resultar útil interpretar como peligrosa la presencia de un miembro de otra horda, porque realmente podía ser así, eso nos llevaría a verlo como persona mala, perjudicial, negativa, etc., etc., y así poder eliminarlo. Los patrones primitivos de pensamiento probablemente se fueron adaptando a aquellas condiciones prehistóricas bajo las cuales la supervivencia dependía de la reacción del individuo, instantánea en muchos casos, sin tiempo de reflexión, frente a la aparente amenaza de algún extraño o incluso de ciertos individuos del mismo bando. Era necesario clasificar a los otros de peligrosos o no, sin ambigüedades y esta manera de clasificar es lo que llamamos el pensamiento dicotómico que observamos en los individuos crónicamente enfadados, muy criticones o exageradamente irritables. Este mismo pensamiento dicotómico observamos que también dirige la conducta de los grupos enfrentados, sean comunidades o naciones.

Si en función de lo que pensamos ante una determinada circunstancia sentimos, y según pensamos y sentimos actuamos, habrá que tener mucho cuidado con los errores de pensamiento que tenemos, ya que como veíamos tenemos ciertos automatismos, impulsos negativos, que el que se manifiesten dependerá de la interpretación que hagamos de los hechos.

Hay muchos tipos de errores de pensamiento, demasiados para tratar de recogerlos en un artículo. Veamos alguno, por ejemplo lo útil que puede resultar aprender a hacer inferencias y por tanto a generalizar, pero a la vez lo peligroso que puede llegar a resultar. Por ejemplo si al cazar a la cría de un animal vemos que la madre reacciona violentamente, podemos generalizar que las madres de otras especies reaccionarán de forma similar. Es decir la generalización nos permite aprender con pocas experiencias, pero como decimos tiene su vertiente negativa y así, cuando algo que hace alguien nos duele, si generalizamos y decimos que tiene mala intención, de este modo justificamos nuestro ataque y sin embargo, es posible, que la persona que nos ha causado un daño, no tuviera intención de causárnoslo.

Es mucho más fácil que nos sintamos agredidos o enfadados cuando llevamos las acciones específicas (“él criticó lo que dije”), a la generalización rotunda (“él siempre me critica”), o al enjuiciamiento (“es un desconsiderado”), para así poder actuar violentamente. Pero en gran medida como vemos son procesos bastante primarios y obsoletos en la inmensa mayoría de situaciones en que se ve envuelto el ser humano en la actualidad, que además tienen la enorme pega de dificultar los arreglos, el entendimiento y la mejora de las relaciones.

Como los sentimientos no son más que la expresión del significado que damos a los hechos, para acabar con la ira y con la violencia, necesitamos aclarar las aberraciones cognitivas y creencias erróneas que llevan a los conflictos personales e intergrupales, más que confiar en códigos morales y cánones religiosos.

Miguel Ángel Ruiz González


martes, 24 de mayo de 2011

Actividades Extraescolares

Cuando no respondemos a los intereses de los niños, sino a las necesidades que los padres tenemos de mantenerlos ocupados, o evitar esos temores que tenemos de que pasen demasiadas horas en Internet, u otras razones nuestras, que hacen que organicemos su vida, es cuando será muy posible que los niños anden estresados. Si estas u otras razones nos llevan a escoger sus actividades extraescolares es muy probable que lo hagamos sin escucharlos y no respondiendo a sus intereses sino a los nuestros, horarios o frustraciones personales. Y como decimos es posible que así no sean felices y se estresen.

Los hijos deben elegir sus propias actividades extraescolares. A partir de los 6 o 7 años de edad conviene, en la medida de lo posible, que se tenga una serie de experiencias con distintas actividades, es decir, exponer al niño a distintas actividades sin tener necesariamente ninguna muy definida, y sin meterse de lleno en ninguna en concreto.

Por otro lado debemos escuchar al niño, ya que puede remitirnos diferentes tipos de problemas o impedimentos a la hora de realizar actividades, como hablarnos de dolor de tripas o de cabeza, decirnos que no quiere ir, vemos que no duerme bien, no quiere comer, etc.… Si el niño practica varias actividades extraescolares, estos pueden ser síntomas de estrés. Hay que escucharles y dejarles elegir. No siempre se puede, pero debemos procurar ir en esta dirección.

Tenemos que pensar que las actividades extraescolares que buscamos para nuestros hijos son siempre con un fin. Aparentemente puede ser una mayor preparación para la vida en general, sin embargo nuestro último objetivo de esa mayor y mejor formación es que sean felices. Porque, ¿para que queremos que tengan una buena cultura, destaquen, tengan un buen futuro o un buen puesto de trabajo? Es obvio y evidente que es porque creemos que así serán más felices, pero ¿estamos seguros de que así la van a alcanzar? En este sentido no siempre les estamos escuchando.

Hay tres aspectos o áreas fundamentales en la educación que son la intelectual, la deportiva -que no se práctica de manera suficiente en los colegios-, y la rama artística. A veces los padres pretendemos que haya una formación integral, en las tres áreas, y eso no siempre es posible.

Cuando el niño es pequeño, el desarrollo intelectual se está trabajando en el colegio, el área deportiva se recomienda empezar a realizarla a partir de los 6 años, y está bien que tomen contacto con alguna actividad artística, por ejemplo la pintura, o la práctica de algún instrumento musical. En cualquier caso hay que escucharles a ellos y no basarnos en las necesidades de los padres.

Si un niño ha de cubrir con  las actividades extraescolares las horas de trabajo que los padres tienen -en muchos casos-, sin duda alguna, el niño estará estresado, porque le tenemos desde las 16:00 de la tarde hasta las 21:00 de la noche haciendo actividades todos los días, y eso, evidentemente es demasiado, sobretodo si pensamos que a esto hay que añadirle el resto de la escolarización.

El problema, el peligro, radica en que si tomamos este tipo de modelos, en que han de hacerlo todo y a fondo, es decir han de aprender idiomas, hacer deporte, arte, etc., -que yo respeto y me parece maravilloso y es estupendo que nuestros hijos tengan la máxima formación-, pero si estos valores los exponemos así, tratando de que nuestros hijos tengan esa máxima formación, que permita que compitan al máximo nivel y alcancen las cotas más altas, creo que ahí corremos un gran riesgo de despistarnos del objetivo último, que como hemos dicho es su felicidad.

Algo que me parece esencial en todo esto, y es que todas las actividades que les buscamos, las queremos para que nuestros hijos sean felices, para su felicidad. Pues bien, lo primero que hay que entender es que la felicidad de un niño, como la de un adulto, es una sensación interna que tenemos, que sentimos y que es provocada por lo que hacemos y pensamos. Entonces, para que un niño pueda atreverse, intentar, ensayar, pensar correctamente y hacer cosas, lo primero que hace falta es que tenga un buen autoconcepto, una buena idea de sí mismo, tiene que confiar, creer en sí mismo, y para ello, es preciso que en las primeras etapas, los 5, 6 o 7 primeros  años de vida, estén muy cerca de los padres, y que los padres sepan, con esa interacción hacer sentir bien al niño.

Hasta esas edades, 5, 6 o 7 años no solo es exagerado, sino negativo que estén tanto tiempo ocupados, porque lo que les hace falta, lo que es primordial, es esa relación estrecha, intensa con los padres. El que un niño crezca sintiendo desde pequeñito que responde a lo que sus padres esperan de él y para eso tiene que haber una interrelación padres-hijos, eso, es básico, eso es fundamental.

Los padres hemos de mostrarles nuestra admiración, afecto incondicional, presencia en sus vidas. Hay que estar, hay que pasar tiempo con ellos. Se pueden realizar actividades de otro tipo, actividades en las que los padres puedan participar y enseñarles, sobre todo cuando son pequeños. Hasta los 7 u 8 años es básica está relación estrecha entre padres e hijos. Posteriormente, 11, 12 años pueden especializarse, pueden empezar a competir a un mayor nivel y luego con 13, 14, los papás les hacemos relativamente poca falta, y de ahí en adelante cada vez menos. Pero en las primeras etapas es exagerado que un niño hasta las 20:00 de la tarde esté ocupado desde las 08:00 de lunes a viernes.

Nos quejamos de que son competitivos, sin darnos cuenta de que son un reflejo de lo que socialmente estamos viviendo y haciendo, enseñándoles y trasmitiéndoles. Desde luego, como muchas veces nos comentan los padres, no tenemos los hijos con un manual sobre cómo educar. De ahí la enorme importancia que tiene el que los padres nos formemos sobre educación. Aconsejaría a todos los padres y madres que se animasen a asistir a las Escuelas para Madres y Padres que cada vez más proliferan en nuestra sociedad.

Dependiendo de las edades, esas actividades extraescolares, tienen que formar parte del juego, tienen que ser planteadas como un juego y desde luego, actividades como las artes marciales, son buenas, llevan la disciplina, les relaja, les enseña valores humanos importantes, la obediencia, etc., me parece estupendo, pero para nada sustitutivas de la estrecha relación padres hijos que ha de haber especialmente en las primeras etapas del desarrollo.

Miguel Ángel Ruiz González


miércoles, 6 de abril de 2011

El Miedo y las Fobias

Existe una tendencia a considerar el miedo como algo negativo, esto ocurre porque su manifestación va acompañada de sensaciones algo molestas como pueden ser aceleración cardíaca, respiración agitada, etc., también se da al mismo tiempo un pensamiento, una representación interna del peligro al que estamos expuestos, como por ejemplo “me voy a matar, me va a dar algo, me puede hacer daño…”. A pesar de todo eso, se trata de una emoción saludable en la medida en que prepara nuestro organismo para reaccionar ante el peligro que nos acecha, o evitar la circunstancia peligrosa en la que nos podemos ver envueltos, es decir, el miedo sería lo que pensamos, el cómo valoramos la situación, más la reacción que produce nuestro cuerpo para prepararnos para luchar o huir.

Otra cuestión es cuando éste, el miedo, llega a tal intensidad que puede paralizarnos, o bien que la circunstancia temida, objetivamente no encierre peligro, como por ejemplo montar en un vehículo, subir en un ascensor, salir de casa, etc., si además la persona lleva un tiempo evitando esa situación y esa evitación interfiere una vida normal, y todo ello va acompañado de un grado considerable de sufrimiento, en este caso podemos decir que nos hayamos ante una fobia.

De todas las maneras, una de las diferencias entre miedo y fobia se daría, aparte de por la ausencia de peligro objetivo, por la instauración de la conducta de evitación. Por ejemplo, supongamos que una persona tiene un percance en un ascensor, como quedarse encerrado o una caída, lo más probable es que la próxima vez que vaya a montar sienta miedo o una cierta inquietud, pues bien si a pesar del miedo sube y repite esta acción siempre que lo precisa, el miedo -y no fobia-, se irá disipando, pero en el caso contrario, si por la inquietud o miedo que siente, decide no subir en ascensor y sí hacerlo por las escaleras, automáticamente se calmará, esta calma será un refuerzo positivo, un premio a la conducta de no montar y hemos de saber que toda conducta seguida de un refuerzo positivo tiende a aumentar su frecuencia, a repetirse. Por otro lado si sube andando tendrá que justificarse a sí mismo el por qué lo hace, por lo que la idea de que hay un gran peligro en los ascensores, irá cobrando más y más fuerza en la medida que se vayan repitiendo las evitaciones, por este camino sí que se produce lo que llamamos fobia.

El tratamiento consistirá en el afrontamiento de la circunstancia temida, que en el ejemplo anterior sería viajar en el ascensor. Esto lo podemos hacer de dos maneras, que serían la inundación -técnica que no se utiliza más que en aquellos casos en que la fobia está empezando y estamos absolutamente seguros de la posibilidad de afrontar lo temido por parte de la persona-, o la desensibilización sistemática.

La inundación sería enfrentarle sin más dilación a lo temido, por ejemplo hacerle subir en ascensor diez pisos y repetirlo hasta acabar con toda o casi toda inquietud. La desensibilización consistiría en desgranar la meta objetivo -por ejemplo viajar 10 pisos- en submetas, como por ejemplo, el primer día llamar al ascensor, abrir la puerta y entrar sin que llegue a cerrarse, el segundo día lo mismo y permanecer dentro unos segundos, luego subir un piso, etc., hasta llegar al objetivo.

Si la fobia es tan incapacitante como para no poder realizar el más mínimo enfrentamiento, estaría aconsejada la desensibilización sistemática imaginada, que es una técnica en la que la persona previamente a la realidad de subir en ascensor, vive mentalmente la situación temida en estado de relajación y de forma gradual, o sea en varios días y poco a poco, siempre empezando por algo fácil para así llegar a lo más temido -los diez pisos-. Para ello habría que enseñar a la persona relajación, y esto es aconsejable en cualquier fobia e independiente del tipo de tratamiento -de los indicados-, que se vaya a poner en marcha.

Otro aspecto importante de la terapéutica es la realización de terapia cognitiva, que sería la técnica que lleva a la persona a la determinación de aquellos pensamientos que acompañan la situación temida, lo que llamamos lenguaje interno y el conocimiento de la influencia de dichos pensamientos en lo que siente, sea pánico, tristeza, etc. Esto es muy importante, ya que lo que pensamos , la forma concreta de hacerlo, las palabras, imágenes, que tenemos o nos decimos a nosotros mismos, son las que producirán la emoción y dependiendo de ésta, de lo que sintamos más o menos intensamente, actuaremos. A modo de ejemplo y siguiendo con el ascensor, una persona con fobia, ante la puerta del ascensor podría pensar: “seguro que me quedo encerrado…”, “mira que si se cae o me desmayo…”, etc., pensando de este modo, y especialmente sin darse cuenta de ello y de su influencia, lo más normal es que se ponga muy nervioso y que opte por subir por las escaleras. Por tanto, la terapia cognitiva, sería un aspecto relevante a contemplar en todos los trastornos de índole neurótica, es decir, en los trastornos en los que se sufre más de lo que objetivamente merecen las circunstancias. Conocer el contenido de estos pensamientos, nos va a dar datos importantes sobre el por qué sufre la persona -insistimos en que una característica relevante de las fobias es lo irracionales que son, por consiguiente habrá que conocerlos-, a estos pensamientos los llamamos pensamientos negativos, no porque produzcan y mantengan una emoción negativa, como ira, tristeza, o miedo, sino porque suelen ser falsos o inútiles, aunque nos los estemos creyendo con toda rotundidad. En el análisis de estos pensamientos, identificaremos el tipo de error o errores de pensamiento que comete la persona y entonces le podremos ayudar a racionalizar y a aplicar recursos para modificarlos, o al menos para que no actúe evitando afrontar lo temido, ya que será la experiencia exitosa la que producirá la modificación definitiva del pensamiento negativo.

Para concluir diremos que las fobias, con un tratamiento integral de terapia cognitiva, relajación y desensibilización sistemática o autoexposición, tienen muy buen pronóstico, lógicamente si la persona es guiada por un profesional que previamente estudiará su psicología, para después diseñar un plan específico de tratamiento adecuado a su problemática concreta.

Miguel Ángel Ruiz González


info@psicologosbilbao.es

miércoles, 9 de marzo de 2011

Tabaco, Personalidad y Estrés

En el 30 Congreso Internacional de Psicología Aplicada, me llevé una notoria sorpresa ante la ponencia del Dr. Eysenck, personalidad de reconocido prestigio en la Psicología, ya que tras diez años de investigación, habían llegado a la conclusión de que en las cardiopatías isquémicas (CI) y en el cáncer de pulmón, parecen existir factores de riesgo de mayor influencia que el tabaco.

Parece ser que en el desarrollo de estas enfermedades interactúan, muy complejamente , múltiples factores de riesgo, entre los que el fumar es sólo uno y no el más importante. De cada diez grandes fumadores, sólo uno morirá de cáncer de pulmón.

Fumar tiene ciertos efectos positivos que justifican su popularidad, entre ellos -sólidamente demostrados (O'Connor & Stravynski, 1982)- están la capacidad de elevar el nivel de excitación cortical, relajar a personas ansiosas y tensas e incrementar el estado de atención y alerta, ventajas que habrá que comparar con las desventajas. Por otra parte, parece ser que las personas que conservan este hábito por los efectos positivos que tiene sobre su bienestar psicológico, pueden dejarlo si se substituye por conductas alternativas que satisfagan las mismas necesidades.

Volviendo al tabaco como factor de riesgo en comparación con los factores de riesgo psicosociales y de otras clases (Grossarth-Maticek, Eysenck & Vetter, 1988), parece ser que la personalidad y el estrés, son seis veces más importantes que el tabaco dentro de la correlación estadística existente entre la enfermedad y los factores de riesgo. Esto no quiere decir que fumar sea inocuo, ni mucho menos, pero su influencia la sitúa en una perspectiva más adecuada con respecto al cáncer y la CI. Es decir de todos los factores de riesgo analizados para relacionarlos con el fallecimiento por cáncer y CI, es el estrés y la reacción del individuo al estrés el que muestra una mayor correlación. Afirma el Dr. Eysenck que en sus trabajos han descubierto siempre que el fumar no se haya demasiado correlacionado con estas enfermedades en aquellos grupos donde no existe estrés o donde una personalidad sana lo contrarresta o lo afronta con éxito. En cambio en las poblaciones donde es endémico y la conducta para afrontarlo inadecuada, sí aparecen correlaciones positivas.

Los datos existentes en la actualidad parecen indicar con fuerza, que la aplicación de los métodos de la terapia conductual a las personas que padecen estrés y que emplean mecanismos inadecuados  para hacerle frente pueden evitar el cáncer y la CI, si los comparamos con los grupos que no reciben este tipo de ayuda. Parece lógico pensar que el principal intermediario en el caso del cáncer es el sistema inmunológico y los datos nos dicen que la terapia conductual mejora su eficacia, mientras que el estrés  posee el efecto contrario (Eysenck, 1986; Rodin, 1984, 1986).

Resumiendo podemos decir que la influencia del estrés y de la reacción del individuo a éste, son factores de mayor influjo en el desarrollo de estas enfermedades, y que la intervención psicológica no va a suprimir un factor de riesgo aditivo sino multiplicativo, por ello constituye un factor poderoso para la prevención del cáncer y de la CI, e incluso para la prolongación de vida en pacientes de cáncer terminal.

Y es que resulta curioso que las teorías referentes a los factores psicosociales como decisivamente influyentes en el desarrollo de las enfermedades, tienen una historia de 2.000 años, sin embargo el colectivo médico -en general- no ha dado demasiada importancia al estrés y a la personalidad  en la etiología de las enfermedades. Como dice Eysenck el estrés constituye un verdadero asesino.

De todos modos, concluiremos diciendo que dejar de fumar es necesario pues se trata de un hábito, de una drogodependencia sin ninguna duda, perjudicial para la salud.

Miguel Ángel Ruiz González


martes, 1 de febrero de 2011

EL AMOR DE PAREJA

Hoy en día todos conocemos parejas que se han separado, o que se llevan fatal y lo desean. Es por tanto bastante oportuno que exista el divorcio y que la gente libremente opte por separarse cuando así lo estima.

De todos modos los terapeutas de pareja observamos que hay gran cantidad de separaciones que podrían evitarse y mejorar profundamente sus relaciones, y es que hay casos en los que por ejemplo los miembros de la pareja (uno, o los dos) piensan que si se ha perdido la pasión aquella del principio, no hay nada que hacer, o parejas que están manteniendo una postura de fuerza con respecto al otro: "cómo no cambie lo tiene claro yo no muevo un dedo", naturalmente acaban mal. Otras parejas tienen unos déficits de adecuada comunicación que también les conducen a problemas de relación.

Nosotros planteamos el amor (no hablamos aquí del enamoramiento), en términos de conducta, es decir, la base del amor como de la amistad son conductas. ¿Cómo voy a tener amistad  profunda con alguien si no estoy cuando me necesita?, ¿si no escucho lo qué le sucede?, ¿si no valoro los actos que por mí realiza?, ¿si no hacemos cosas juntos?, ¿si no manifestamos nuestro agrado por las buenas cosas que le acontecen al otro? Es decir para que exista el amor tenemos que hacer algo que lo mantenga. Solemos comparar el amor de pareja a una huerta que uno posee, si mueve la tierra, retira malas hierbas, abona, siembra buenas semillas, riega, etc., el fruto que dará la huerta será más abundante y de más calidad que el que produciría sin esos cuidados. El amor de pareja es algo parecido, no basta con haber estado enamorado, es preciso cuidarlo, mimarlo, enriquecerlo, requiere una atención un cuidado específico.

Esto es algo que se puede experimentar, desde aquí quisiera invitar a las personas con problemas de relación de pareja que reflexionen, analicen, o se informen o pidan ayuda y lo prueben.

Pongamos un ejemplo, supongamos que me siento mal con mi pareja, tenemos un pequeño conflicto y hemos llegado a un punto en que casi no cruzamos palabra, por lo tanto cuando llego a casa espero a ver cómo actúa mi cónyuge, estoy pendiente de la atención que me presta, en una palabra a la expectativa de lo que hace por mí. Probablemente él/ella se encuentran en la misma posición, o sea está esperando a que me dedique a él/ella, así que no se dedica a mí y por lo tanto me enfado más y menos ganas tengo de hacer nada, con toda seguridad no estaré feliz y contento. Ahora me propongo (incluso experimentalmente), que cuando llegue a casa le llevaré un detalle, le sonreiré, le preguntaré por lo que ha hecho, me interesaré por sus cosas, trataré de que mi pareja se encuentre feliz, como sé lo que le agrada, es más que probable que lo consiga, si esto es así, nos sonreirá, a su vez se interesará por mis cosas, le resultará más fácil acercarse a mí y tener aquel pequeño detalle que yo espero que tenga, entonces me sentiré querido, atendido, en cualquier caso mejor que con la inercia de no hacer nada u otras conductas negativas, como gritar, culpabilizar, etc.

Si por ejemplo tengo esta intención de agradar a mi pareja y tengo esas conductas positivas y resulta que no me mira, ni sonríe, ni dice nada, y yo en vez de verbalizar lo que siento, decirle lo que me gustaría, preguntarle acerca de lo que le sucede, me enfado, grito, ofendo y me marcho, habré tenido el detalle la buena intención, pero habremos fallado en la comunicación, porque evidentemente con todas esas conductas comunicamos.

Ella no habrá sabido comunicar con su gesto y palabra, el agrado, y en el caso de estar enfadada, no ha  verbalizado, y controlado sus sentimientos de una forma eficaz, como sería diciendo que le agradece el detalle pero que le cuesta sonreír, mirándole, describiendo la conducta que causó el enfado sin juzgarla ni interpretarla, expresando lo que siente, pero haciéndose responsable de sus sentimientos, no culpabilizándole/se, y por otro lado, proporcionando soluciones, peticiones, acuerdos concretos.

Él también por no saber comunicar el malestar que siente, no describir la conducta de ella que causa el enojo, no decir cómo se siente, no intentar comprender las razones de su conducta ni preguntar acerca de éstas (“si no me mira ni sonríe es porque sigue enfadada, voy a ayudarla a expresar lo que siente, a asumir mi responsabilidad, a pedir disculpas de aquello que sea responsable y a reparar lo dañado”)  ni proponer soluciones, demandas concretas , habrá contribuido al alejamiento, a los problemas de pareja.

Si por el contrario lo hacemos y este tipo de actuaciones se producen constantemente y por ambas partes nos encontramos, muy probablemente ante una pareja feliz.

En el estudio de la relación de parejas lo que se observa como rasgo diferencial entre las felices y las que no lo son, es la conducta, bien por que hay muchas cosas que no se están haciendo (déficit conductual), o bien porque se están realizando conductas inadecuadas como consecuencia de fallos en la comunicación, educación, falta de información, circunstancias especiales, y un largo etcétera, pero al fin y al cabo conductas, por consiguiente identificables y modificables.

Estos comportamientos específicos, estas pautas de comunicación, unidos a la decisión de una pareja enamorada que decide un proyecto de vida juntos, proporciona los medios para afrontar con más probabilidades de éxito, esa empresa que llamamos pareja y frecuentemente acaba en familia.

Miguel Ángel Ruiz González


viernes, 14 de enero de 2011

Entrevista DEIA - Abuso Sexual Infantil

"No nos obsesionemos con los abusos; no es lo habitual"

La detención de un profesor en Erandio, acusado de abusar sexualmente a varios alumnos, ha convulsionado a la sociedad esta semana. El psicólogo clínico Miguel Ángel Ruiz advierte de que, en algunos casos, los niños ni siquiera son conscientes de que están siendo víctimas.

Bilbao. ¿Cómo vive un niño los abusos sexuales? ¿Son conscientes de ello?
Depende de la edad, del tipo de abuso... Si son muy pequeños, quizá ni se den cuenta, lo ven como un juego. O puede ser un tocamiento tan sucinto que ni lleguen a notarlo. A partir de los 7 u 8 años sí pueden empezar a notar algo raro. También depende de las técnicas que desarrolle el pedófilo; algunos niños ni siquiera lo ven como algo traumático, porque les engaña haciéndoles ver que es un juego.

¿Se pueden detectar estos casos?
El tipo de abuso y los síntomas que provoca en cada niño son tan amplios que es difícil determinarlo, salvo que sean cosas muy claras. En general es difícil. Si es muy sutil, es prácticamente inapreciable; a veces lo cuentan de forma inocente, relatando cómo juegan con él. No es fácil, a no ser que el abuso sea fuerte.

En estos casos, ¿los síntomas son más evidentes?
Sí, tiene dolores de cabeza cuando nunca se había quejado, pesadillas continuas, de repente se vuelve retraído, rehusa ir a clase de gimnasia o no quiere desvestirse con más gente, tiene miedo de ir solo al baño, se vuelve agresivo... Son cambios que chocan, cosas que antes no sucedían, y que perduran; que un niño tenga un cambio emocional repentino puede ser normal si ocurre un día por algo concreto. Si ocurre con cierta frecuencia, es cuando se nos tiene que encender la luz.

¿Aparecen en todos los casos?
Si son abusos dañinos para el niño, sí. Pero también puede haber tocamientos tan sutiles que el niño no se da cuenta y, por lo tanto, no le causa daño alguno. Intervendremos en consecuencia, pero tampoco le vamos a causar un problema al niño donde él no lo ve. Si hay abuso dañino o perjudicial, como en la mayoría de los casos, siempre va a haber unos síntomas que nos indiquen que algo no va bien.

¿Siempre hay que sospechar de abusos?
Estos comportamientos no son aplicables únicamente a abusos; pueden ser celos de un hermano pequeño que acaba de nacer o problemas con un compañero de clase. Indican un amplio abanico de trastornos o problemas en la vida del niño.

¿Cómo descubrirlo?
Hay que hablarlo haciéndole preguntas indirectas, poco a poco: con quién juega, dónde, cómo... Pero sin obsesionarse, que a veces lo hacemos en exceso. Gracias a Dios, la mayor parte de los profesores son personas normales y no tienen esos comportamientos. No es lo habitual, así que nos obsesionemos con ello; no podemos empezar a preguntarles si su profesor les toca o no, sin venir a cuento. Si el niño está feliz y no hay signos extraños, no hay problema.

Me imagino que no será fácil que hablen de ello.
Si el abusador sabe hacerlo, entre comillas, el niño no lo van a contar, y esa es la gran desgracia. Crea en el niño un sentimiento de culpa, haciéndole creer que es responsable a través de regalos o del chantaje emocional; él ha participado libremente, por eso ha recibido regalos... Sabemos que los casos que se denuncia son un porcentaje muy pequeño. Otras veces lo cuentan de forma totalmente inocente; con fulanito juego así y así. El niño no sabía que estaba siendo abusado, sino participando en un juego, y como tal lo cuenta. Por eso, una buena comunicación con nuestros hijos, la presencia de los padres en su educación, favorece saber lo que les está sucediendo.

En el caso de estas víctimas, ¿cómo se debe actuar con ellos a partir de ahora?
Depende de la edad, de si hay consciencia de que ha sido víctima de algo negativo y del tipo de abuso. La actitud de los padres es clave; no se trata de mentir y decir que no ha pasado nada, pero tampoco estigmatizar el hecho. Decir lo que nos ha pasado es desagradable pero tú eres fuerte y lo puedes superar, la vida sigue y estas cosas nos sirven para saber que hay personas malas en la vida es una actitud más sana que lamentarse una y otra vez con un Dios mío, qué desgracia lo que nos ha pasado.

¿Pueden sufrir secuelas?
Depende del tipo de abuso, del alcance, del tiempo que dure, la intensidad, la gravedad... Pero pueden dejar marcada a una persona de por vida; se vuelven retraídas, insatisfechas, con falta de confianza en sí mismas...

Los protocolos para detectar este tipo de abusos u otros como el bulling, ¿funcionan correctamente en los centros escolares?
No conozco en detalle cómo funcionan, pero investigar continuamente si los niños son víctimas de abusos me parecería peligroso. Hay que prestar atención individual al caso cuando detectamos algo raro en un niño, pero establecer una serie de preguntas globales a los niños para ver cuáles son víctimas de posibles asuntos no lo estimo conveniente.

Generan una evidente alarma social. ¿Se deben dar a conocer?
Me pone en un brete... Creo que sí, pero al mismo tiempo tenemos que tener confianza en nuestro marco educativo y en nuestro profesorado. Nuestro sistema es fuerte y estos casos, tarde o temprano, siempre salen a la luz; los mismo profesores que sospechan son los primeros en denunciar y no permitir estos casos.


Miguel Ángel Ruiz González